Por Delfina Morganti Hernández Y se hizo esperar, pero llegó. A un mes y unos días de la primera entrega de la entrevista al traductor Julián A. Sosa, cumplo en compartir la transcripción de la segunda parte. Si te perdiste la primera, podés leerla acá (muy recomendable). * * * D: Vamos a volver un poco a los orígenes y después hablamos de la actualidad. ¿Cómo nace tu interés por el inglés y por estudiar traductorado de inglés? J: El estudiar inglés nace obviamente forzado. A mi mamá siempre le gustó la cultura inglesa, el idioma, pero nunca pudo aprender de chica. Entonces, cuando nosotros estábamos en tercer grado de la primaria—. D: ¿“Nosotros” tus hermanos? J: Mi hermano y yo, sí. Nos mandó a un instituto. Estudiamos ahí creo que por nueve años. Era una lucha a veces. Hubo un año en que quería dejar de ir porque me costaba el Present Perfect, no lo entendía [risas]. Estaba muy negado. Pero pude superar esa etapa. Seguí estudiando —a la par estaba haciendo el secundario— y llegó el último año del secundario, que es cuando tenés que decidir qué vas a hacer el año que viene para entrar a la universidad. Porque mi idea era seguir alguna carrera. D: ¿Cómo pasaste del “odio” al placer con el inglés? J: ¡No sé! [risas] A veces igual me da algún que otro dolor de cabeza, pero me gusta mucho ahora. No sé cuándo fue la transición de empezar a quererlo. Seguramente fue cuando entendí qué era el Present Perfect [risas]. Seguramente fue ahí. Entonces, llegó el último año del secundario. A mí siempre me habían gustado dos cosas: los idiomas —me había empezado a gustar el inglés, lo sentía como una herramienta muy fuerte, muy importante para el futuro— y, a la vez, también la música. A mí me encanta todo lo relacionado con la música. Estaba en esa disyuntiva: “¿Qué hago, me meto en un conservatorio a estudiar música? ¿O me anoto en un traductorado, ya que tengo todo el bagaje del inglés y es como un ‘tema menos’?”. Pensaba solo en el inglés. Estaba muy cegado en ese momento. Pensaba que solamente iba a traducir al inglés y no, no es así. Traduzco más al español que al inglés. Hasta que, finalmente, hablé con un conocido de la familia que era traductor público, para ver cómo era el ámbito laboral, la salida, la vida de un traductor. Y me resultó interesante. Más que nada por esto de trabajar desde casa. D: En pijama… J: En pijama, obviamente [risas]. Al final, me decidí y me anoté en la Universidad Nacional de Lanús, que la tengo cerca de casa. Me gustaba que era un traductorado público y el plan de estudio abarcaba muchos temas, no solo la parte legal, como pasa en la UBA, por ejemplo, que es mucho más legal la orientación. En la UNLA tenemos traducción técnica, de medicina, de sociedades comerciales, de informática. Y también traducción jurídica: contratos, certificados de nacimiento, de matrimonio.
“Todo empezó en la facultad. Nosotros teníamos un compañero que, a la par del Traductorado, estaba estudiando Edición en la UBA”. D: Te vas nutriendo de todo eso. J: Claro, porque en sí yo nunca estudié un traductorado literario. D: Mirá qué interesante. J: Siempre digo que para traducir literatura tenés que tener lo literario incorporado. Es medio difícil si no forzarlo; se nota cuando está forzado. Yo me doy cuenta con mis compañeros a veces. La formación del traductorado público es muy estructurada: te aprendés este término y es así en inglés o en español. Les cuesta un poco esto de soltar la mente y dejarla ir. Por supuesto, está perfecto porque así es la carrera y es lo que les gusta. Pero yo siempre sentía que me faltaba algo, que necesitaba ir un poco más allá. D: Es como que sentías un llamado hacia el área literaria, ¿no? J: Claro. Igual, a lo largo de la carrera tuvimos talleres de traducción literaria que organizaban los mismos profesores. El primer taller que hicieron era sobre traducción de poemas. Ese me gustó mucho. Creo que ahí hice el clic y dije: “Che, me gusta esto”. D: Ahí encontraste más la vocación dentro de la traducción. J: Sí. Era sobre traducción de poemas y era interesante porque estaba muy relacionado con la musicalidad de las cosas, darle un determinado ritmo a los textos, trabajar las rimas... Y me acuerdo que las soluciones a las que había llegado con los poemas que teníamos que traducir me habían gustado. Eso también está muy bueno, que te guste lo que lográs hacer y que lo sepas defender es lo más importante. Más en este ámbito, en la literatura, donde todo siempre es más subjetivo. Como todo arte. Ese fue uno de los detonantes que hizo que me apasionara tanto. Después tuvimos jornadas, más masivas, no tanto estilo taller, sino organizadas por la misma universidad, pero más extensas, con gente de afuera que venía a dar charlas sobre traducción literaria. D: ¿Hablás o estudiás otros idiomas? J: No, pero me gustaría mucho. Me gustan todos los idiomas en realidad, pero más el francés, el alemán y, misteriosamente, el ruso. Es muy difícil que pueda aprender los tres. [Nota de color: Julián me contó que justo empezó a estudiar alemán este año]. Jardín del IES en Lenguas Vivas “Juan Ramón Fernández”. Aquí le hice la entrevista al traductor Julián A. Sosa el viernes 28 de abril de 2017, en el marco de la Escuela de Otoño de Traducción literaria. D: ¿Y el ruso por afinidad con la literatura rusa, algún autor? J: No, no. Tengo un amigo que es ruso y, a veces, cuando lo escucho hablar, me llama mucho la atención cómo suena el idioma. También mi profesor de Lengua Española es traductor de ruso. A veces, hablaba en ruso en las clases cuando contaba alguna anécdota, y me gustaba escucharlo. La verdad es que me gustan todos los idiomas. Si pudiera aprender más, me encantaría. D: Actualmente trabajás con una editorial argentina en modalidad autónomo-independiente. ¿Siempre traducís textos del género novela? J: Sí, por ahora sí. Me están mandando solo novelas. Salvo por esta última que es autobiográfica [La distancia entre nosotros de Reyna Grande], pero no deja de ser una novela. D: Y trabajás por contrato. J: Sí, por contrato. D: Cada libro nuevo es un contrato distinto. J: Es un contrato distinto, sí. D: ¿Y cuánto hace que trabajás con la editorial? J: Desde julio del año pasado [2016]. D: Y ya llevás tres libros traducidos. J: Sí, me mandan libros para traducir bastante seguido. D: ¿Te gustaría contar cómo se dio esta oportunidad? J: Todo empezó en la facultad. Nosotros teníamos un compañero que, a la par del Traductorado, estaba estudiando Edición en la UBA. El chico tenía un blog donde hacía análisis y críticas de libros. Con el paso del tiempo, fue desapareciendo del Traductorado, se fue centrando más en el ámbito de la edición y en su blog, e hizo un contacto con esta editorial, con V&R. Le mandaban libros... Y nos seguíamos viendo igual, porque era un amigo nuestro. Hasta que un día, el año pasado, nos comenta a tres compañeros del Traductorado —él ya había dejado la carrera, estaba ocupado con Edición y el trabajo— que la editorial estaba buscando traductores. Nos dijo: “Les voy a mandar una prueba, háganme acordar”. Tardó un poco [risas] desde que nos dijo eso hasta que nos envió el texto de prueba para traducir. Tardó unos dos meses, tres… [risas]. Un día, nos mandó la prueba, y terminó siendo el texto de los dos primeros capítulos del primer libro que traduje [Noche de luz, Jay Asher]. Nos mandó la prueba a los tres. D: Y de los tres, ¿están todos trabajando? J: No, de los tres quedé yo solo me parece. D: Entonces, era una prueba eliminatoria. J: Sí. Fue raro porque él era más amigo de otra compañera. D: Bueno, pero fue objetivo. Fue profesional. J: Sí, totalmente. Está bueno que fue un proceso serio. Además, no fue él solo el que las corrigió. Hay todo un equipo de correctores detrás, otros editores. [Pausa] Y fue muy loco porque el día que me llama para decirme que le había gustado mucho mi versión, yo estaba pensando, buscando alguna especie de salida laboral relacionada, quizá crear un blog o algo así. Pero no para escribir sobre traducción, sino un blog en el que incluiría traducciones de canciones del inglés listas para ser cantadas en español. Es decir, manteniendo las rimas, la métrica y manteniendo el sentido, que es lo más importante. Y eso no se ve mucho en el ámbito de la música cuando hacen una versión en español. Casi siempre le cambian la historial, cambian el sentido. Y yo no quería eso. Y esta idea fue a raíz de mi hermano, que un día me cuenta que había estado pensando: “Che, estaría bueno hacer este tema [un tema de Coldplay] en español. Quiero cantarlo en español, pero lo tengo que traducir y las versiones que están traducidas en Internet no me gustan. Ah, ¡pero si tengo a mi hermano que es traductor!” [risas]. D: ¡Somos tan invisibles a veces que ni los hermanos nos registran! J: ¡Claro! [Risas]. Yo estaba en la habitación de al lado [risas]. Y viene y me dice: “Che, ¿me podrás traducir este tema para cantarlo en español?”. “Sí, dale”, le digo yo. “Dale, dale”. Y agarré y me puse a traducirlo en un bloc de notas, así nomás. Me puse los auriculares, empecé a escuchar el tema —dejando de lado la cadencia de la voz— y lo iba traduciendo al español con la mayor fidelidad posible al sentido de cada verso. D: Pero debés haber resignado algo. No me digas que conservaste todo porque no te voy a creer [risas]. J: [risas] Algo tuve que sacar, sí. Quizás lo más notorio fue la rima. Si un verso en inglés terminaba en una a larga, en español no. Cambié la rima en sí, pero mantuve siempre el lugar de esa rima, el patrón: si era a-b-a-b, por ejemplo, en esopañol también. D: ¿O sea que trabajaste todos los aspectos de la traducción de canciones al mismo tiempo? Te pregunto porque hay traductores que primero trabajan el texto solo como poema, sobre todo cuando hay mucho ritmo o rimas, y después empiezan a hacer una adaptación de acuerdo con la melodía. Trabajan en dos pasos. J: Claro. No, yo no. Trabajé directamente con la música. Me resultó más fácil así. Porque escuchaba el original y, a la vez, cantaba el español arriba. O escuchaba la canción en inglés, me sacaba los auriculares y me ponía a cantarla en español, para ver cómo quedaba. Y me terminó gustando. Después le di la traducción a mi hermano y creo que grabó un video cantándola, no sé dónd estará. Y me dijo que le gustó. D: ¿Eso fue al mismo tiempo que estabas haciendo la prueba para la editorial? J: No, ya la había hecho, aunque todavía no tenía noticias. Pero fue justamente en esa misma semana que empecé a pensar en esto de armar un blog con traducciones de canciones listas para cantarlas. Y justo me llama mi amigo, que estaba a cargo de la edición de esos libros, y me dice: “Che, me regustó tu traducción. Quiero que traduzcas este libro”. Yo no lo podía creer, estaba muy contento. Fue un notición. Después, me llamó para coordinar un día para que fuera a la editorial para hablar con ellos cuestiones de estilo. Ahí me dieron un feedback, una devolución de la prueba. D: Habrán hablado de los honorarios. J: Sí, también. D: ¿Tenías idea de cómo cobrar este tipo de trabajo? Porque eso suele ser un tema. J: No, la verdad que no. Yo me guié por los aranceles orientativos de la AATI [Asociación Argentina de Traductores, Correctores e Intérpretes]. D: ¿Y negociaste algo? J: No, al ser mis primeras traducciones, no me atrevo mucho a negociar o a discutir un precio. No me estoy tirando abajo tampoco. Yo ya fui desde el primer día pensando: “No voy a aceptar menos de tanto”. En el Traductorado Público de la universidad siempre nos advertían sobre esto de los aranceles, que hay mucho trabajo “sucio”. D: Sí, y hay competencia desleal en todas las áreas, todas. J: Sí. Por eso. Yo ya iba con esa idea en mente. Cuando me dijeron lo que me iban a pagar, era poco quizás, pero a mí me servía. Me sirvió. D: Y convivir con el libro un mes. J: No, dos meses. Era un poquito poco, pero era mi primera traducción. Con las otras los honorarios mejoraron y se fue haciendo más interesante el laburo también. Aún así, yo creo que se puede todavía mejorar más. [Pausa]. Y ese día me reuní con el equipo de la editorial. La correctora me felicitó. Es muy buena correctora, realmente muy buena. Después me encomendaron la traducción y yo les iba mandando de a cinco capítulos por semana, si mal no recuerdo. Así ellos iban viendo y corrigiendo. Hacia el final del primer mes, me llamaron de la editorial para darme una devolución de lo que había hecho en persona, lo que es muy bueno porque pude hablar con la correctora, tomar decisiones juntos, proponer soluciones. Siempre recibí comentarios positivos y eso es lo que me hacía feliz, el hecho de recibir comentarios positivos de una correctora que nunca había visto en mi vida y que tiene muchos años de experiencia. Yo me sentía muy cómodo con el equipo. Me acuerdo que cuando fui a reunirme con la correctora por primera vez, tenía miedo. No me habían anticipado nada, solamente me habían citado para una “reunión con la correctora”. D: O sea que podía ser que te dijeran—. J: Podía ser cualquier cosa. D: “Mirá, esto es un desastre. No es lo tuyo, no te necesitamos más” o decirte “Nos encantó, tenemos algunas sugerencias”. J: [risas] Sí. Claro. Tenía mucho miedo. Pero por suerte son muy buena gente, muy buena onda. Todo salió muy bien. * * * Mientras sigo transcribiendo los audios, te invito a leer más detalles sobre lo que fue la Escuela de Otoño de Traducción Literaria 2017 en la sección de artículos de interés más abajo. Por último, podés informarte sobre el proyecto de ley Unicaba que pretende cerrar los institutos de formación docente de la Ciudad de Buenos Aires y cómo podés hacer para apoyar la petición a favor de la continuidad de estas prestigiosas instituciones que, entre otras cosas, hacen posible que existan iniciativas de formación profesionalizante en el país como es la Escuela de Otoño de Traducción Literaria del IES en Lenguas Vivas “Juan Ramón Fernández”. ◘ ◘ ◘ Más sobre la EOTL 2017 ¦ Un lugar llamado Destino ~1000 palabras ¦ Yo vine a matar al autor ~1300 palabras ¦ Crónica en colaboración con el boletín oficial de la AATI, Calidoscopio abril-mayo 2017 ~1200 palabras (acceder al boletín completo) Delfina Morganti Hernández es traductora creativa, correctora e intérprete de inglés y español matriculada en el Colegio de Traductores de la Prov. de Sta. Fe, 2.ª Circ. y miembro de la Asociación de Profesionales en Marketing (APMKT) de Rosario. Sus principales áreas de trabajo son Marketing y Publicidad, Recursos Humanos, Educación y Legales. Asimismo, traduce y corrige textos de Periodismo Digital, Turismo, Ficción y Crítica Literaria. Es autora del ebook sobre traducción literaria: “Objetividad. Fidelidad. Invisibilidad. Un ensayo a propósito del discurso de la traición en traducción literaria”. Actualmente, cursa sus estudios en Publicidad y en Letras, y es colaboradora en el rol de community manager ad honorem del programa de radio online Traductores, al Aire! | Instagram: @delfina.serviciosling
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