Muchos clientes creen que basta con pedirle a alguien que sepa los idiomas en cuestión para que traduzca mientras habla el orador extranjero. Sin embargo, lo barato sale caro…
El jueves 20 de octubre Andrew Merkin desembarcó en Rosario para disertar acerca del híbrido concepto de transmedia. El evento fue coordinado por la Embajada de Estados Unidos en Argentina y tuvo lugar en Sede de Gobierno UNR (Maipú 1065), en el marco de la Transmedia Week que se celebra a nivel mundial y el #TransmeDía que se llevará a cabo este viernes 28 de octubre en Rosario con diversos talleres de interés para comunicadores sociales, marketineros, redactores creativos y otros profesionales de áreas afines.
Ahora bien, dado que Andy Merkin disertaría en inglés, la Embajada contrató a una intérprete profesional de inglés y español para que oficiara de eslabón idiomático entre el orador y el público, y viceversa, tanto en forma simultánea (es decir, casi en tiempo real y con dispositivos individuales para los asistentes) como en forma consecutiva (con intervenciones posteriores a las del orador durante una entrevista que le hicieron a Merkin sin la participación del público). A medida que Merkin hablaba, sentía vibrar los auriculares que había aceptado solo por curiosidad. Los traductores e intérpretes nacimos para ser curiosos; habría sido de mal gusto no aceptar un par de auriculares para escuchar, cada tanto, qué tal iba interpretando mi colega. Así que hablaba Andy Merkin y hablaba ella, la intérprete. Él dejaba de hablar y ella, dos palabras más, y terminaba su intervención. Cada tanto, yo giraba sobre la silla para hacer un breve control de calidad: echaba un vistazo general a los asistentes y ahí estaba la magia, en la cara de los espectadores, que no solo podían seguir el discurso de Merkin como quien asiste a una clase en la universidad, sino que además reaccionaban a él. Sonreían. Arqueaban las cejas. Hacían alguna que otra mueca con los labios. Dejaban de pestañar por unos segundos. Se reían de algún chiste que había hecho el orador. Miraban para abajo cuando no sabían una respuesta. Volvían a quedar pasmados. Todo como si estuvieran escuchando la voz de él, no la de ella. Increíble, ¿no? Ni siquiera la diferencia en el timbre fue un problema: que él fuera él y ella fuera ella no generó ningún inconveniente, y eso porque la intérprete era buena en lo suyo y era, por supuesto, profesional. Un buen intérprete oficia de mediador lingüístico de forma tal que te permite vivir la experiencia de la enunciación del orador sin interrupciones ni malos tragos ni ruidos ni extrañezas. El interlocutor sabe que el orador está hablando en un idioma que él no maneja; sabe que el español que le llega por medio de los auriculares no es una traducción uno a uno de las palabras del enunciado fuente (¿qué traducción lo es?). Lo sabe pero, sin embargo, siente que está escuchando lo que el orador tiene para decir; siente que lo que escucha es lo que el orador está diciendo, y lo escucha, por cierto, prácticamente en tiempo real, salvo por la distancia temporal de unas milésimas de segundos. Ser testigo de cómo aquellos que no comprenden el idioma del original pueden, no obstante, comprender y reaccionar e interactuar con el original es casi un privilegio. Protagonizar el acto es un deporte de alto riesgo, pero la adrenalina es tan necesaria como la botella de agua para los que decidimos tomar este camino. Lamentablemente, no todos los clientes están dispuestos a pagar los honorarios de un intérprete profesional. A veces no pueden, otras veces no quieren; en muchos casos, optan por confiar su evento y su orador traído del extranjero a alguien que, si bien puede manejar bien ambos idiomas, no cuenta con las competencias multidisciplinarias y el entrenamiento psicofísico necesarios para oficiar de intérprete como Dios manda. Sí, ser intérprete requiere de más de un saber, y de conocimientos que van más allá de lo lingüístico. AUNQUE LA MONA SE VISTA DE SEDA… Hace un tiempo se celebró en Rosario un evento en el que el orador también era extranjero. Según me contaron (por suerte no pagué para verlo), la persona que hizo de intérprete en modalidad consecutiva (hizo de, pero no era) demostró serios problemas de compresión de los enunciados fuente que profería el orador, no retenía la mayoría de los datos precisos como cifras y otros, o los interpretaba de manera equivocada, y hasta se reía de sí misma como quien ríe para disimular un tropezón que fue caída mientras andaba despistado por la calle. ¿El resultado? Los asistentes comenzaron a levantarse de la silla, murmurando que la cosa era un papelón. Aquellos que sí entendían el idioma de la conferencia tampoco la pasaron bien, ya que las intervenciones desprolijas y erráticas del falso intérprete les hacían dudar de lo que creían haber entendido minutos antes. Suena confuso, ¿no? Lo triste en estos casos es que las consecuencias de contratar a la persona equivocada (o de pedirle el favor a un presunto “bilingüe”) suelen ser considerables y, por lo general, se manifiestan a largo plazo: 1. Cuando elegís a la persona inadecuada para interpretar a un orador extranjero, dejás el éxito del evento totalmente librado al azar. Por lo general, las personas que solo tienen conocimientos en un idioma y el otro tienen buenas habilidades de comprensión auditiva, pero eso no quiere decir que estén debidamente capacitadas y entrenadas para reproducir los enunciados de un idioma en otro, aun cuando la interpretación es hacia la lengua materna del presunto intérprete. Si alguna vez le pediste a un amigo o pariente que sabe inglés que te haga la gamba para “traducir” lo que te decía una persona extranjera, sabés a lo que me refiero. 2. Cuando evitás contratar a un intérprete profesional, lo más probable es que el público se sienta defraudado, estafado, decepcionado. La decepción del público es una de las peores consecuencias de saltarse el paso fundamental de proveer a los asistentes con una interpretación adecuada de la conferencia, la charla o la capacitación que viene a dictar el orador extranjero que tanto te enorgullecías en anunciar y difundir. ¿Tanta publicidad para qué? Si el orador es un genio en lo suyo pero el intérprete es un desastre, la gente va a asociar al orador y a tu marca o empresa con todo lo desastroso que sea el intérprete. Es así de simple. 3. Cuando los eventos con oradores extranjeros se traducen en una mala experiencia para el público, las organizaciones a cargo son las que pagan los platos rotos. A lo mejor pensaste que si le pedías a alguien que hiciera el trabajo gratis podrías recortar gastos. Quizá estás tan seguro de la calidad que te puede ofrecer un intérprete amateur que poco te importa la reacción del público después, total, si los asistentes no saben inglés, no tienen forma de averiguar si el intérprete está haciendo un buen trabajo, ¿no? Mmm… No. Nunca hay que subestimar al público. Aunque no sepan inglés o cualquier otro idioma en el que diserte el orador, los interlocutores no son tontos. Saben español. Y aun sin ser expertos en su propia lengua, se dan cuenta cuando alguien no sabe lo que quiere decir, le pide al orador que repita lo último que dijo, busca entre la mirada de los asistentes a alguien que le sople la verdad de la milanesa o simplemente… se echa a reír por no llorar. Y volvemos al punto dos: cuando el intérprete no es bueno, no es él quien queda mal, sino todas las manos que formaron parte de la organización del evento. En definitiva, contratar al intérprete simultáneo o consecutivo que tu evento merece es tan importante como que el orador no sea un fiasco. Cuando dudes acerca de si vale la pena contratar a un intérprete profesional con las referencias adecuadas, preguntate lo siguiente: ¿cómo afectaría la labor del intérprete a mi imagen y la de mi empresa/marca/organización, etc.? ¿le da lo mismo a mi empresa/marca/organización/institución perder la confianza de nuestro público? MORALEJA Un mal intérprete puede arruinar tu imagen y la del disertante que convocaste para sumar valor al evento. Un mal intérprete puede hacer que la experiencia de los asistentes sea una verdadera pesadilla. Un mal intérprete jamás queda tan mal como la empresa u organización que lo contrató. Por eso, si estás pensando en traer a un speaker de afuera para tu próximo evento —ya sea una charla semiformal, una capacitación interna o una conferencia—, no tomes atajos: lo barato puede salir bastante caro, y las consecuencias afectan a todos los involucrados, sobre todo a tu público objetivo. Si te importa tu marca o la reputación de tu organización, demostrá que tus clientes o comunidad también te importan y contratá a un intérprete profesional. Los asistentes te lo van a agradecer. El orador te lo va a agradecer. La imagen de tu organización va a estar saltando en una pata. Vale la pena, ¿no? ◘ ◘ ◘ Los comentarios están cerrados.
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