Por Delfina Morganti Hernández Si trabajás con clientes, a menudo tenés que conversar con ellos, ya sea en persona, por teléfono (incluidos los audios de Whatsapp) o por videollamada. (Por ahora, no contemos tanto los mensajes escritos). Si bien comunicarnos cara a cara es una de las formas más básicas de interacción entre los seres humanos, las conversaciones presenciales no siempre se desarrollan como uno espera. “¿Habré hablado demasiado?”, “¿Lo habré convencido?”, “¿Qué más querrá saber?”, “¿Por qué no me acordé de contarle tal caso de éxito?” y hasta “¿Qué querrá realmente esta persona?” son algunas de las preguntas que me asaltan muchas veces a la salida de una entrevista con un nuevo cliente. Todos alguna vez tuvimos una conversación genial, esa clase de intercambio que nos deja una sensación mitad alivio, mitad alegría de haber generado una buena conexión con el otro, de haber logrado ponerse en sus zapatos y él en los nuestros, de habernos entendido. Sin embargo, a la hora de tratar con posibles clientes, es fácil cometer ciertos “errores” comunicacionales, como anticiparnos a lo que el otro quiere o espera de nosotros sugiriéndole posibles respuestas o, lo que es muy común, hablando más de lo que escuchamos. Una buena conversación es un ida y vuelta en el que cada parte debería poder no solo expresar sus intereses, preocupaciones y puntos de vista, sino también escuchar a la otra y construir una “zona común” basada en la honestidad, la empatía y la confianza para, en el mejor de los casos, establecer algún tipo de vínculo; en este en particular, hablamos de una potencial relación de trabajo. La comunicación mejora cuando escuchás mejorHace poco, en una de esas rondas incesantes que hace YouTube cuando te lleva de un video a otro y vos te dejás llevar, vi una charla TED por Celeste Headlee sobre “Diez reglas para conversar mejor”. Aunque el tema de la escucha real puede parecer pan comido, la verdad es que muchos de nosotros no somos tan buenos interlocutores a la hora de tener conversaciones con los demás. Al entrevistar a un cliente, queremos conocer sus inquietudes, calmar sus ansiedades, responder a todas sus preguntas, ¡que él responda a todas nuestras preguntas!, asegurarle que somos la mejor opción, explicarle por qué, volver a resaltar nuestra ventaja competitiva, satisfacer sus necesidades... La lista es larga, pero, en definitiva, queremos que el cliente perciba nuestro valor agregado, apueste a nosotros y vuelva a elegirnos porque le representamos la solución ideal que toda marca quiere ser para sus clientes. A veces, ya sea por el entusiasmo, los nervios, la adrenalina, la ansiedad, el estrés, el andar a las corridas u otros factores, faltamos sin querer a las reglas básicas para tener una conversación eficaz que redunde en los resultados que ambas partes esperan. Las tres claves para conversar mejor con un cliente potencialLos consejos que recomienda Celeste Headlee en su charla son diez, pero pueden sintetizarse en esta idea clave: para conversar mejor, hay que dejar de lado los pavoneos e inseguridades del propio ego y empezar a escuchar más y mejor al otro. Con esta premisa en mente, comparto tres sugerencias fundamentales para conversar mejor con nuestros posibles clientes: 1. (La evidente) Tenés que estar presente y con todas las luces prendidas, menos con la del celular. Seguro que alguna vez te pasó: mientras hablabas con un vendedor, un mozo, el plomero o un representante de atención al cliente, estas personas estaban teniendo más de una conversación a la vez, a la par de la que tenían con vos. Probablemente lo sentiste como una falta de respeto o de compromiso o, sencillamente, como una falta de atención. Estar realmente presente en la situación comunicativa es fundamental a la hora de conversar con un nuevo cliente (¡y con todos!). Por un lado, porque el multitasking puede causarle una muy mala impresión a ese posible cliente que está ahí porque cree que vos podés ayudarlo a resolver un problema; por otro lado, porque hacer más de una cosa a la vez mientras conversamos con alguien nos obliga a dividir la atención y, como consecuencia, corremos el riesgo de perdernos información valiosa de ese cliente y sus necesidades. Por lo tanto, si querés conversar mejor para conocer mejor a tu cliente, brindale toda tu atención en exclusiva: guardá el celular (si el cliente lo ve, aunque no lo uses, igual es contraproducente); en lo posible, ponelo en modo avión; escuchá a tu interlocutor (no es momento de pensar en la agenda pendiente), y no abuses de la toma de notas. 2. (La incómoda) Quitate el sombrero de encuestador y ponete el de analista. Tal como sugiere Headlee en “Diez reglas para conversar mejor”, si formulás una pregunta complicada, vas a conseguir una respuesta simple, ya sea afirmativa o negativa. Por ejemplo, si le preguntás a tu posible cliente: “¿Usted cree que X idea sería buena/contraproducente/directamente inviable?”, lo obligás a elegir entre opciones predeterminadas y a responder con un sí o un no y listo. Como en una encuesta. Pero ¿qué sentido tiene hacer una entrevista cara a cara si vas a preguntar con opciones? Más vale reformular esa pregunta diciendo: “¿Y a usted qué le parece X idea? ¿Qué resultados puede prever? ¿Cuál es su percepción sobre tal cosa?”. Dejar la respuesta a discreción del cliente —en lugar de ofrecerle alternativas al estilo multiple choice— puede dar lugar a respuestas mucho más interesantes y esclarecedoras. Steve Jobs decía que, muchas veces, los consumidores no saben lo que quieren hasta que lo ven. Pero no hay que subestimar al otro: si escuchamos más y mejor a nuestros clientes, probablemente sepamos con mayor precisión qué es lo que quieren y, de ese modo, estaremos mejor informados para armar una propuesta, diseñar un producto u ofrecer un servicio justo a la medida de sus necesidades reales (y no las que nosotros suponemos que tienen). 3. (La mejor) Hablá menos, escuchá más y hacé que te quieran. En la charla TED sobre cómo mejorar nuestras conversaciones, Headlee trae a colación el típico caso del entrevistador que va sacando de la galera distintas preguntas sin tomar en cuenta las respuestas del entrevistado ni participar realmente en una conversación con su interlocutor. Este es un ejemplo muy común de lo cómodo pero inútil que puede resultar seguir un guion preestablecido a la hora de encarar una interacción en persona. El problema de no escuchar al otro radica en que no llegamos a conversar con él, y si no logramos interactuar de verdad con el cliente, ¿cómo se supone que vamos a ofrecerle las soluciones que busca? Headlee también cita al terapeuta M. Scott Peck, quien dijo que “la escucha sincera requiere de ponerse uno mismo a un lado”. A veces eso implica dejar de lado las opiniones personales. Según Scott Peck, cuando un hablante siente que su interlocutor está dispuesto a escucharlo a él —en vez de hacer un monólogo de ventas—, tiende a soltarse más y a “abrir sus represiones interiores al que escucha”. En definitiva, si escuchamos mejor, generamos más y mejores oportunidades de conocer al cliente y saber qué necesita, y de qué manera podemos presentar nuestro producto o servicio para demostrar que puede satisfacer esas necesidades. Bocaditos para la entradaPor último, cuando se trata de formular preguntas a nuestro interlocutor, Headlee recomienda adoptar el enfoque de la pirámide invertida que usan los periodistas para redactar una noticia: quién, qué, cuándo, dónde, por qué, cómo. Si bien ella está pensando en las conversaciones en general, podemos extrapolar esta recomendación al mundo de los negocios durante una entrevista con un posible cliente: ¿Quién es su empresa?/¿En qué consiste el proyecto? (Apunta a conocer la identidad de la marca o proyecto, su misión y visión, para ponernos la camiseta del caso con las debidas coordenadas contextuales). ¿Qué busca/qué espera de nosotros? (Apunta a conocer las necesidades, preocupaciones y expectativas generales del cliente para que podamos generar una propuesta que las aborde en detalle). ¿Cuándo espera que podamos ofrecer esa solución? (Apunta a conocer las expectativas relacionadas con los plazos de entrega para dar lugar a la coordinación y negociación con el cliente). ¿Dónde espera aplicar la solución? (Apunta a conocer los usos que el cliente desea o planea darle a nuestro producto o servicio para reforzar las expectativas vigentes y dar lugar a destacar otros usos o beneficios posibles a corto, mediano o largo plazo [preparar el terreno para una nueva propuesta o venta]). ¿Por qué necesita esta solución?/¿Por qué cree que redundará en beneficios para su empresa, proyecto o emprendimiento? (Apunta a conocer el motivo que da origen a la búsqueda por parte del cliente de una solución que nosotros podemos ofrecer y nos permite explicar nuestra ventaja competitiva o por qué nosotros somos la mejor opción frente a la competencia). ¿Cómo espera recibir la solución? (Apunta a conocer los medios, formatos, características, etc. del producto o servicio en función de los requisitos del cliente). Y vos, ¿qué habilidades interpersonales |
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