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VISITA A PLANTA: ELOGIO DE LOS PERIODISTAS GRÁFICOS

13/7/2019

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Por Delfina Morganti Hernández

Los redactores de un diario no son humanos; son animales que fagocitan las partes del mundo que absorben para devolvérselas a sus habitantes en fragmentos invaluables de historia reciente. Aquí una mirada al fascinante y vertiginoso mundo de los periodistas gráficos.

Imagen

Acto I
Como Charlie en la fábrica de las noticias

Estoy en el primer piso del edificio de calle Sarmiento entre Córdoba y Santa Fe, donde desde 1889 tiene su sede el diario La Capital. Al cruzar la puerta de una gran sala rectangular de paredes blancas, el ojo se choca con un patrón serial. No sé cuántos son, pero son muchos; están ubicados en filas, cada uno tiene un espacio relativamente chiquito para trabajar y un monitor enfrente. Los periodistas están inmersos cada uno en su propio mundo, transitando la vorágine de redactar la historia que saldrá en la edición de mañana. En todos los boxes el panorama es el mismo pero distinto. Uno de los periodistas sostiene el teléfono inalámbrico entre la oreja y el hombro, y mientras articula unos breves “Se”, “Mm”, “Ajá”, las manos ejecutan toda la acción sobre el teclado. A medida que el texto en su pantalla engorda, parecería como si el documento de Word se poblara solo; justo enfrente, otro redactor recorre con la mirada, entre incrédula y fascinada, las que bien podrían ser sus propias líneas en la pantalla. Ahora entorna los ojos, ahora se ríe. ¿Se estará riendo de lo que escribió él mismo o de lo que escribió algún otro? Mientras cada uno asume la jurisdicción sobre el texto que le toca escribir, yo cobro consciencia de que estoy acá. Hoy. Estoy acá hoy, viendo cómo se hace el diario de mañana, perdiendo la noción del tiempo, pero un dato es seguro: nadie está haciendo menos de dos cosas a la vez.
 
Los redactores de un diario no son humanos comunes, como esos que uno se cruza por la calle un día cualunque; que se vean como humanos es una casualidad. Nacen con un doble de riesgo incorporado. Por eso, cuando el periodista cruza el umbral de la Redacción, el hombre se convierte en artífice y cómplice de una ineludible metamorfosis: sale el hombre, entra el redactor.
 
Como redactor pondrá al servicio de su texto un sexto sentido; aguzará más el oído, activará su olfato de perro policía, la intuición del guía y la destreza manual del pianista. Con la atención dividida, los periodistas gráficos se sumergen en la apremiante tarea de gestación del texto con todo su bagaje y experiencia a flor de piel. Lo que leen, lo que escuchan, toda la información que recaban durante su rápido intervalo de investigación preescrituraria sufrirá una transformación. Todo está sujeto a sus poderes de reformulación.
 
—¡Marcelooo!—lo llama una voz ronca que osa interrumpir el tecleo incesante de las manos de Marcelo, quien está trabajando a todo vapor. Se trata del periodista con el teléfono pegado a la oreja. Por unos segundos, nadie se inmuta. Con cierto delay, algún colega responde por él:
 
—¡Está ocupado!
 
Nadie se levanta de su silla.
 
—Ah, bueeeeno—contesta la voz ronca, y a continuación, no se sabe por qué motivo logístico interno, emite una serie de sonidos extraños, como cómplices de algo que no sé qué será. Definitivamente los redactores de un diario no son humanos; son algo más.
Cuando el periodista cruza el umbral de la Redacción, el hombre se convierte en artífice y cómplice de una ineludible metamorfosis: sale el hombre, entra el redactor.

Acto II
Ilusionistas

Al ingresar me dieron un colgante con tarjeta plastificada en la que se leen un código y, debajo, el rótulo delator: “029”/VISITANTE. La sensación es casi esquizofrénica: soy una intrusa, pero soy una de ellos; soy visitante y, aunque ellos juegan de local, siento que a este equipo yo lo conozco, a él pertenezco.
 
Si para algunos es como un fósil, para otros el diario es el vivo documento de fragmentos necesarios de cierta realidad. Conocer el detrás de escena de cómo una noticia llega a ser noticia, de cómo se adquiere la materia prima de un texto que nos llega en formato impreso y hasta en versión digital podría sonar poco atractivo para muchas personas... y una experiencia tridimensional para otras tantas.
 
Los redactores de un diario no son humanos; son animales que fagocitan las partes del mundo que absorben para devolvérselas a sus habitantes en fragmentos invaluables de historia reciente.
 
Cuando investigan, funcionan como auténticos detectives: rastrean el origen de las palabras ajenas, los objetos y a los delincuentes; reconstruyen la atmósfera de las conferencias de prensa, las guerras, las veladas internacionales y el deporte.
 
Cuando escriben, hacen música. Los dedos de las manos que suenan como si fueran trescientos pero siguen siendo dos o tres pasan estrepitosos como los de un pianista cuando ejecuta una escala ascendente con notas dobles y en staccatto.
 
Tengo frente a mis ojos una muestra real de la producción no de una noticia, sino de una avalancha de ellas. La escena es digna de un documental para Netflix; cada imagen mental que generen los textos de mañana responderá de una manera u otra a la previa elección escrituraria de los redactores que, aquí y ahora, frente a mis ojos, están tipeando los párrafos que aún no son noticia, pero lo serán en cuestión de horas.

​Estos escritores no aspiran a la fama; sus textos suelen tener un carácter efímero, porque al diario de mañana le estará pisando los talones el de pasado mañana, y así sucesivamente. Para prefacios estrafalarios y longevos están las novelas, ¿verdad?
 
Ya registraba Roberto Arlt la diferencia en su famoso prólogo a Los Lanzallamas (Los siete locos, 1931): “Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana”.
La escena es digna de un documental para Netflix; cada imagen mental que generen los textos de mañana responderá de una manera u otra a la previa elección escrituraria de los redactores que, aquí y ahora, frente a mis ojos, están tipeando los párrafos que aún no son noticia, pero lo serán en cuestión de horas.

Acto III
Héroes sin máscara

No parecen humanos los redactores del diario; más bien son como los sobrevivientes mejorados de una especie que, para ganarle al tiempo, vuela. Para ellos, los minutos cuentan por la mitad, los segundos son oro; el tiempo todo es oro. Time flies, time is money, time runs out porque el tiempo corre; hay que volar para ganarle de mano. Porque, ¿quién está dispuesto a leer hoy las noticias de ayer si no llegan a redactar a tiempo?
 
La esencia detrás de su arte se emparenta con el discurso futurista de las novelas de Bradbury, Orwell y Huxley. Al igual que estos autores, los periodistas gráficos casi siempre están escribiendo ayer para mañana. Ni la gramática les queda bien, porque la gramática fue pensada por seres humanos, y ellos no son humanos. Son otra cosa.
 
De alguna manera, los periodistas gráficos aprenden a manejar las riendas del tiempo bajo presión, y aunque se saben vulnerables a él como los seres humanos, viven la ilusión de poder dominarlo, al menos durante el largo intervalo que dura su trabajo en la Redacción.
 
Así, para los redactores de un diario, la noción de presente es más efímera que para sus compatriotas: hoy nunca es hoy porque en la escritura deben referirse a hoy con el nombre de “ayer” o “mañana”, y cuando se llama “hoy” es porque se escribe desde ayer. Nunca las expresiones temporales vieron mejor aprovechado su carácter deíctico como cuando las usa un periodista gráfico. 

* * *
El cartel de VISITANTE empieza a pesar sobre mi conciencia. Mientras me tiemblan las piernas y contemplo la atmósfera pintoresca de este primer piso del tradicional edificio de Sarmiento al 700, comienzo a sospecharme parte de una visita a planta. ¿Por qué la escuela me llevó a ver de dónde proviene el agua potable y nunca fue cómplice de una intromisión autorizada en esta fábrica de noticias? Claro que eso no iba a cambiar las cosas; la vocación sería la vocación. Pero si un día de paseo se hubiese destinado a echarle un vistazo siquiera al interior del diario, no me habría mostrado desagradecida, ¡al contrario!
 
Mi visita está llegando a su fin; no fue larga, pero duró lo suficiente como para dar cuenta de ella en este artículo que me revela y los revela a ellos, los periodistas gráficos.
 
¿Cómo hacen y qué son los redactores de un diario? Si fueran actores, ¿actuarían para la gente de la vida real o su escenario sería el del diario? Difícil definirlos mediante la linealidad del signo gráfico, pero si algo está claro es eso que no son cuando trabajan: humanos comunes y corrientes. ◘ ◘ ◘
Dedicado a Marcelo Castaños, Sebastián Riestra y Marcelo “El Turco” Abram.
Delfina🍊
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Delfina Morganti Hernández es traductora creativa, correctora e intérprete de inglés y español matriculada en el Colegio de Traductores de la Prov. de Sta. Fe, 2.ª Circ. y miembro de la Asociación de Profesionales en Marketing (APMKT) de Rosario. Sus principales áreas de trabajo son Marketing y Publicidad, Recursos Humanos, Educación y Legales. Asimismo, traduce y corrige textos de Periodismo Digital, Turismo, Ficción y Crítica Literaria. Es autora del ebook sobre traducción literaria: “Objetividad. Fidelidad. Invisibilidad. Un ensayo a propósito del discurso de la traición en traducción literaria”. Actualmente, cursa sus estudios en Publicidad y en Letras, y es colaboradora en el rol de community manager ad honorem del programa de radio online Traductores, al Aire! Más info​​​​

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